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EN LIBERTAD EL 31 DE OCTUBRE 2013

"Todos los días son domingos": Patishtán (Primera de dos partes)

En entrevista para El Heraldo de Chiapas, Alberto Patishtán, uno de los presos políticos más conocidos en Chiapas, narra sus peripecias y vida en prisión
El Heraldo de Chiapas
11 de julio de 2013
OSWALDO RODRÍGUEZ

Para Alberto Patishtán Gómez todos los días de la semana son domingos; o al menos de eso ha intentado convencerse para "sobrevivir" durante los más de 4 mil 764 días de encierro injusto en las seis cárceles a la que ha sido trasladado. Hoy -un domingo de visita- se le ve sereno, camina desinhibido en el pasillo enrejado del penal y una sonrisa sobresale de su bigote oscuro.

Antes de ser llamado por el altoparlante, el "profe" (como le llaman) estaba como de costumbre en la capilla católica del CERSS número 5, de San Cristóbal de Las Casas, en donde toca la guitarra eléctrica, el teclado e imparte pláticas a los demás reclusos.

Saluda a los custodios apostados bajo una galera de madera en el penúltimo de cinco filtros e ingresa al área de visitas familiares. Al visitante, le sellan por tercera vez el antebrazo de un rojo pálido y de un momento a otro, la lluvia que amenazaba con caer de golpe, aminora y da paso a una ligera llovizna.

Durante el recorrido, Patishtán sigue alborozado, vivaz y ávido, a primera impresión cualquiera pensaría que, a pesar del encierro, nada le aqueja; pero él mismo se define "como el ajedrez", pues con las enfermedades -completa entre risas- "me van moviendo por piececitas".

De sus padecimientos, el más reciente es el dolor lumbar que en ocasiones le quita el sueño, se acrecienta cuando se acuesta en su cama -de menos de dos metros de largo por un metro de ancho-, que sólo es divida del huésped de arriba por unos 70 centímetros. La de Patishtán es la penúltima de 10 planchas de concreto incrustadas en la pared, a manera de una fila vertical.

Antes, por el tumor benigno que ocupaba cuatro centímetros dentro de su cráneo, veía las letras como garabatos, "como una fila de hormigas que desfilaban en la hoja del libro", precisa con un rictus discreto de dientes metálicos.

La masa estuvo al menos 10 años alojada encima de la hipófisis y le quitó casi el 80 por ciento de la vista, hasta que lo intervinieron. La operación duró cinco horas pero los cirujanos sólo pudieron extraerlo a medias y Patishtán recuperó la vista del ojo derecho, aunque su campo visual se redujo a la mitad.

Eso le ha bastado para terminar "El Mundo de Sofía", de Jostein Gaarder; y alternar la lectura de La Biblia y "El Rey Lear: una (a) puesta en escena", traducción y adaptación de Jesusa Rodríguez.

Leer en la cárcel, es su manera de viajar en el encierro.

***
Alberto Patishtan es uno de los 10 presos que moran en la celda número 14 del Centro Estatal para la Reinserción Social de Sentenciados (CERSS) número 5 en la comunidad Los Llanos, a 20 kilómetros de San Cristóbal de Las Casas, rumbo a Ocosingo.

Desde la entrada, la nave central que alberga toda la población penitenciaria parece un auditorio de básquetbol; alrededor de lo que sería la cancha de concreto, hay 40 celdas, 20 por cada lado. En el segundo piso, entre la hilera de 10 rejas, está la del "profe".

Su cama es la del fondo y como a las otras nueve, la cubre una cortinilla azul extendida como pequeña carpa frente a la cual, a menos de un metro, está el excusado y un lavadero tan pequeño que pareciera de juguete.

Este domingo de visita la celda está vacía, aún así el foco sigue encendido, lo está todo el día porque la habitación carece de ventanas. El lugar parece una analogía de la esperanza de Patishtán; aunque no haya ventanas abiertas, siempre habrá luz que ahuyente la oscuridad.

-¿Cómo se sintió cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió el fallo para no resolver su caso por considerarlo como un asunto "no prioritario"?

-Estaba neutral, conozco el sistema y temía que algo así pasará y sucedió, prefirieron quedarse con la mentira, pero eso no me desanima, estoy seguro que tarde o temprano la justicia llegará.

-¿Ahora que su caso ha sido remitido al Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito en Tuxtla Gutiérrez para su resolución final, qué le dice a los magistrados?

-Que analicen bien el caso y que vean con el corazón.

-Y si dieran el fallo a su favor ¿qué es lo primero que haría al salir de prisión?

-Darle gracias a Dios -ve de reojo el techo del domo y continúa- pues Él es quien me ha permitido que siga luchando.

-¿Y al salir seguirá con su lucha?

-El tiempo y la vida habrán de conducirme.


***
Detrás de nosotros se cierra la reja oxidada de la celda y caminamos de nuevo en el largo y estrecho pasillo como lo hacen los demás reos, la mayoría tiene una mesita frente a la salida de su celda que junto al tráfico y el murmullo, dan a la penitenciaría un aire de domingo de plaza.

Conforme salimos, el ruido del tumulto cesa y el bochorno del medio día nos pega de golpe, ha parado de lloviznar afuera, sólo una delgada brisa roza a Patishtán.

Hace más de un mes que cumplió los 13 años de encierro. Los primeros dos, los pasó en los antes denominados Centros de Rehabilitación Social (Ceresos) 1 y 2 del otrora penal de Cerro Hueco; después lo mandaron al Cereso 5 de San Cristóbal de Las Casas; luego a "El Amate", desde donde fue enviado al penal de Copainalá hasta que de nuevo regresó a Cintalapa.

Su lucha pacífica lo convirtió en un preso "incómodo", por lo que a petición del gobierno estatal fue trasladado el 20 de octubre de 2011, al Centro Federal de Readaptación Social Número 8 de Guasave, Sinaloa. Tras la presión de su familia y organizaciones civiles, Patishtán fue restablecido un año después en la prisión de San Cristóbal.

De todas, su peor experiencia -recuerda- fue en el extinto penal de castigo número 2 de Cerro Hueco, en cuya celda de 4 por 5 metros vivía hacinado junto con 18 reos, todos compartiendo el mismo baño.

Fue enviado ahí luego que un espía filtrara a la dirección penitenciaría del Cereso No. 1, que Patishtán organizaba una huelga, por lo que fue acusado de "agitador". El castigo no lo detuvo y organizó otra por la misma causa, con el apoyo de sus compañeros. En ese mismo periodo, se gestaban de forma simultánea huelgas en los Ceresos de Comitán y de Tapachula.

Las protestas se prolongaron por 11 días, hasta que los huelguistas del Cereso número 2 de Cerro Hueco fueron amedrentados y el primero de julio de 2004, traslados en tráileres -atestados como ganado- al Cereso 14 "El Amate".

Por reclamar por su libertad, a Patishtán lo catalogaron como peligroso y lo asignaron a una unidad especial en donde le impusieron, al igual que sus compañeros, uniforme color zanahoria. Aún así, seguía en la lucha. Dos años después, fundó la organización "La Voz del Amate" adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.

Una de las más significativas -recuerda Patishtán- fue la huelga de hambre indefinida iniciada por otro reo (Zacario), a la cual se unieron el 25 de febrero de 2008. Se extendió dentro de "El Amate" y días más tarde, se replicó en los penales de San Cristóbal, Playas de Catazajá y la cárcel de Tacotalpa en Tabasco.

"Si morimos ni modos. Vale más morir luchando por la libertad que resignarnos", esa era la consigna y decidieron ir más allá; varios vomitaron sangre pero eso no los detuvo, relata en tsotsil Alberto Patisthan, en un fragmento del documental "Vivir o morir por la libertad y la justicia".

Tras 41 días de inanición, la huelga cesó. El gobierno implementó una mesa de reconciliación y revisión de expedientes mediante la que, hasta ahora, han liberado a mil personas, menos a Patishtán, aún cuando detectaron violaciones en su proceso penal.

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